El insomnio está considerado uno de los trastornos del sueño más comunes. Según la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), un tercio de la población adulta refiere padecer síntomas de insomnio. De hecho, entre un 10% y un 20% de las personas que acuden a un Centro de Atención Primaria sufren síntomas de este trastorno del sueño (DSM-5, 2014).
El insomnio se puede definir como las dificultades subjetivas que presenta una persona a la hora de irse a dormir, de conciliar el sueño o de mantenerlo. No solo se engloba bajo este trastorno la poca cantidad de horas dormidas, sino también el hecho de si esas horas han sido de sueño reparador o no. De esta forma, tan importante es la cantidad como la calidad del sueño, debido a que esto afectará a nuestro estado durante el día siguiente, pudiendo provocar un deterioro en nuestra vida social, laboral o incluso en nuestro estado de salud.
Se pueden distinguir tres tipos de insomnio principales:
- El insomnio de 1ª fase o de conciliación: La persona presenta dificultades para conciliar el sueño y quedarse dormido.
- El insomnio de 2ª fase o de mantenimiento: La persona presenta un sueño fragmentado, con múltiples despertares durante el transcurso de la noche. Quien lo padece puede quedarse dormido con mayor o menor dificultad, pero durante la noche se despierta en diversas ocasiones, de forma repetida e imposibilitando la sensación de un sueño reparador.
- El insomnio de 3ª fase o despertar precoz: La persona puede quedarse dormida con mayor o menor dificultad, pero se despierta de madrugada y no logra volver a conciliar el sueño.
Con menos frecuencia, podemos encontrar que el insomnio sea global y que, por lo tanto, la persona no consiga dormir en toda la noche.
El insomnio puede provocar muchos inconvenientes en nuestro desarrollo durante el día. Las personas que presenten síntomas relacionados con el insomnio tienden a mostrarse preocupadas por el sueño durante el día y se encuentran más irritables. Además, el hecho de que nuestro sueño no haya sido el adecuado, ya sea en cantidad o en calidad, hace que nuestra concentración y atención disminuyan, pudiendo provocar negligencias en el trabajo, en los estudios o en cualquier otro aspecto de nuestro día a día. Desde el punto de vista médico, el insomnio a largo plazo puede ocasionar un mayor riesgo de desarrollar otras enfermedades, tanto mentales como físicas. Existe un mayor riesgo de sufrir un trastorno depresivo mayor, hipertensión, infartos y, en general, reduce nuestra calidad de vida.
Una de las aplicaciones que recomendamos a este respecto es la de los ruidos blancos. De esta forma, se reduce la actividad psicofisiológica de la persona y se ayuda a inducir el sueño.
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